sábado, 12 de agosto de 2023

AGOSTO QUEMADO

En agosto, durante los buenos tiempos, la familia intentaba irse todo el mes a la playa: a Barbate primero, luego a Isla Cristina, a Isla Canela o a Marbella, a cualquier sitio del litoral andaluz donde "la caló" no impidiera dormir por las noches. Huían de su pueblo en el valle del Guadalquivir, donde durante todo el mes las chapas de los coches bromeaban con freír huevos.



En agosto no se podía ir a las charcas de las viejas canteras de granito, ya para julio, o incluso antes, en junio o en mayo, toda el agua se había evaporado dejando atrás un reguero de cadáveres de ranas achicharradas e hileras de aves que escaparon en estampida al norte, a las Islas Británicas.

En agosto un sol de justicia se imponía en un impoluto cielo azul, un azul agresivo, nuclear, que amenazaba con calcinar todo bajo su panza. Las calles del pueblo se vacíaban de gente, gente que se retrotraía hacia sus casas como caracoles, buscando en este caso la protección de una cáscara con aire acondicionado.

A veces, a la mañana temprano o bien caída la tarde, se podía caminar hasta el río, un río que de río solo conservaba el nombre; pues haciendo honor a la verdad era poco más que un sendero impracticable de cantos rodados. Para llegar hasta este río, se avanzaba por caminos empolvados, de un polvo amarillo y seco, que se pegaba a la garganta hasta dejar secas las cuerdas vocales. Siguiendo esta senda, a los lados solo encontrabas maleza anaranjada y seca, que parecía estar esperando una señal para comenzar a arder.

En este paisaje, a pesar de todo, quedaban algunos árboles, que como milagros verdes hundían desesperados sus raíces en una tierra agrietada, buscando sin descanso la poca agua que aún podía albergar en su seno. Y en las copas de estos árboles, mensajeras del verano, cantaban incansables las chicharras, quienes recibían con jolgorio cada grado de aumento de la temperatura.

Que no te engañe esta breve descripción… en realidad, este camino era bueno para las piernas que, por el motivo que fueran, no podían visitar la playa; unas piernas entumecidas por horas de espera a la sombra de un techo, y que soñaban con poder estirarse en cuanto el termómetro decidía aflojar un poco.

jueves, 4 de septiembre de 2014

DISCURSO SOBRE EL SENTIDO DE LA VIDA Y LA PRECARIEDAD

I. FELICIDAD Y TIEMPO DE VIDA

La felicidad humana se basa en la calidad del tiempo vivido, en la acumulación de experiencias vitales que construyan una personalidad plena, al tiempo que generen sentido a través de nuestros actos.

El sentido es la continuidad coherente entre pasado, presente y futuro. 

Entendemos que una vida tiene sentido cuando se construye a sí misma, poseyendo acto y pensamiento, en una relación orgánica y consciente de lo que le rodea. Por contra, entendemos que una vida carece de sentido cuando se pierde esta continuidad, esta coherencia que a modo de hilo une presente, pasado y futuro.